OBSERVATORIO VENEZOLANO DE GESTIÓN Y
POLÍTICAS
CULTURALES
ELABORADO
POR Dra. NORKA VALLADARES SÁNCHEZ
CIUDAD – CULTURA – CIUDADANÍA
La orientación filosófica que
debemos asumir para conceptualizar la ideología de la Social Democracia, debe
enfocarse hacia los aspectos conceptuales que comporta la CULTURA POLÍTICA con
todas sus implicaciones.
Podemos deducir que el
indicador de esta temática y por ende, su actor fundamental que bordea toda
esta concepción temática es el CIUDADANO, punto focal de las directrices que lo
comprenden desde su espectro natural.
Así las cosas, me he permitido
incorporar a estas importantes ideas, algunas visiones sobre los ciudadanos y
su papel trascendental que ocupa dentro del ámbito político, social y cultural:
CIUDAD – IDENTIDAD –
CIUDADANOS.
La identidad de la ciudad y de
sus ciudadanos existe o se construye paso a paso y en la medida en que ésta se
conciba como un proceso histórico y socio – cultural.
La ciudad genera un
determinado tipo de ciudadano, que ha nacido y crecido dentro de sus calles,
escuelas, colegios, universidades, parques, plazas y sus hogares, que lo hacen
estructurarse como un todo.
El carácter de los hombres se
imprime en la ciudad, puesto que la misma va definiendo a cada uno de sus
habitantes y en justa razón, el poeta griego Constantin Kavafis dijo alguna
vez:
“La
ciudad te perseguirá”.
El ser ciudadano es una
categoría alcanzada por la participación social, por su vinculación en la
política y la toma de decisiones de la ciudad; por actuar a favor de los
intereses de la colectividad e identificarse con la cultura y los referentes
urbanos y conceptuales asumidos por la ciudad.
CIUDADANÍA.
Es el conjunto de normas que
guían la relación entre el individuo y la sociedad. Su relevancia para la participación
es obvia:
La ciudadanía viene a ser el
marco que crea las condiciones para una participación posible y de allí, pasar
a la participación real y que a la vez, se ocupe de los temas que preocupan a
la colectividad; que se escuche su voz en la discusión pública y de acuerdo con
sus competencias.
Es necesario, para que haya un
verdadero ejercicio de ciudadanía, - que la sociedad reconozca los derechos de
todas las personas a gozar de la ciudadanía plena -, que crea espacios para su
ejercicio; que apoye a las personas en sus análisis y su comunicación en cuanto
a sus propuestas; que establezca reglas que permitan que todos podamos ejercer con
propiedad la ciudadanía en forma equitativa.
CIUDADANÍA DEMOCRÁTICA.
Es el conjunto de valores,
actitudes, comportamientos y normas compartidas que generan sentimientos de
pertinencia a una colectividad: Todo ello constituye una Cultura Ciudadana, que
dependerá de la amplitud e intensidad en la que los valores y normas sean
compartidos y correspondan a la tipología de las cuales se trate.
La cultura ciudadana es en
buena medida un proceso de construcción consciente y deliberado, pero que debe de estar soportada por los
verdaderos conceptos de la DEMOCRACIA, que no es solo tener una Constitución
que garantice las libertades individuales, pero que en la práctica se
transforma en letra muerta; y menos aún, que se limite a solicitar el voto a
los ciudadanos, de acuerdo a los intereses del gobierno.
La Democracia es tener todo
eso: Derechos y libertades individuales; pero para poder aplicarlo por ley,
debe de estar en correspondencia con los derechos y la voluntad del pueblo;
asimismo, con la libertad de opiniones y oportunidades; el respeto por la
pluralidad y la diversidad cultural y política con el escrupuloso acatamiento
de la ley, que a su vez debe guardar un profundo respeto a los derechos
humanos.
La democracia por tanto, no
debiera ser entendida como un sistema político más; sino que debe de entenderse
como la natural expresión del hombre como ser social, en su afán de buscar el
reconocimiento de sus derechos y el respeto a su libertad. Así como también, la
garantía de su plena existencia entre sus conciudadanos.
CULTURA Y ACCIÓN CIUDADANA.
Un objetivo clave de la
cultura ciudadana es la obtención del Capital Social, que se refiere a la
capacidad de interactuar y colaborar entre personas e instituciones orientadas
a la obtención del bien común.
El capital social es el
indicador de la confianza y la solidaridad, que debe existir entre la
ciudadanía y el respeto de sus concepciones sociales, políticas y culturales.
CIUDADANÍA CULTURAL.
El individuo para que se considere
un ciudadano de estos tiempos, no basta que tenga y practique los derechos
civiles declarados y reconocidos por el ordenamiento constitucional, jurídico y
normativo de la nación.
Es necesario también, que
tenga derechos y acceso a los bienes socio – culturales tanto materiales como
simbólicos; con plena participación política, económica y social en su
territorio; asimismo, debe integrarse y acceder a la vida cultural de la
ciudad; ejercer las libertades de creación y expresión; involucrarse en los circuitos
de la oferta y el consumo cultural; intervenir en la industria cultural y en
los medios de comunicación; hacer uso, interactuar en y con los espacios
públicos, recreativos y culturales de su localidad.
CIVILIDAD.
Es el atributo más significativo
de la cultura urbana. Consiste en el reconocimiento que se da entre los
individuos de un territorio y un espacio cultural determinado; en el que concurren
las diferencias y el acuerdo expreso de superar las discrepancias, mediante la
identificación de reglas comunes para ser compartidas.
La ciudad se nos manifiesta
como un hecho social, colectivo y contradictorio; donde las señales, símbolos y
usos de los espacios, provocan el sentido de identidad y pertenencia o
desarraigo.
No se es ciudadano solo por participar
en la vida colectiva; por interactuar en tiempos y espacios comunes; sino por
asumir con responsabilidad la vida de la ciudad y de lo público.
En torno a estas ideas es
posible señalar, que los ámbitos de lo público y de lo privado son de alguna
manera diferentes y ocupan distintos espacios; aunque no por ello, deben
considerarse como opuestos, ni pueden constituir esferas distintas y extrañas.
Sino que también sean umbrales, que cada vez tiendan a ser más tenues entre si;
pues la defensa del mundo común es el blindaje de la vida particular e
individual. Es así, como comienza a emerger lo que entendemos por Civilidad.
EL BUEN GOBIERNO DE LA CIUDAD.
Un gobierno bien sea nacional,
regional o local debe tener la capacidad de tomar decisiones, responder a los
conflictos y de hacer gestión; al tiempo que debe procurar que se conserve el
propio poder en el cual se encuentra en ejercicio de su determinado gobierno.
La gobernabilidad es entonces,
la capacidad de gobernar que implica saber mantener en su lugar a las demás
fuerzas políticas y tener como mínimo satisfechos a los sectores sociales más
combativos. Por tanto y de acuerdo a la concepción de muchos teóricos:
“La
gobernabilidad acaba confundida con la estabilidad”.
El buen gobierno de una ciudad,
se inicia cuando logre identificar plenamente el rol de las distintas fuerzas
políticas y desarrollar acuerdos mínimos con los diversos sectores sociales,
para que no se debilite la estabilidad del gobierno de cualquier índole y se
haga propicio, el desarrollo de la ciudad y sus habitantes.
Así las cosas, cuando un
gobierno adquiere el suficiente conocimiento de los reales valores que comporta
la ciudadanía, toda su gestión gubernamental a través de los programas y
proyectos de diversa índole que se implementen, le darán los mejores resultados
para el desarrollo de las comunidades.
Elaborado
por:
Dra.
Norka E. Valladares Sánchez.
Directora
y Coordinadora Académica
del Observatorio Venezolano de Gestión y Políticas
Culturales
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